lunes, 18 de junio de 2012

Hoy en Milkómeda recomienda: La Nave Estelar (Brian Aldiss)

La Nave Estelar (Non-Stop en el original) es una novela de ciencia ficción escrita por Brian W. Aldiss en 1958. 

Narra la historia de Roy Complain, cazador en una tribu seminómada, cuya concepción del mundo que habita da un revelador vuelco a raíz verse envuelto en una expedición más allá de las fronteras de su reducida comunidad; una expedición en la que precisamente la continua confirmación de que todo es lo que parece es el gran acierto de una trama que cautiva a pasos de gigante. 

Y hasta ahí puedo leer sin caer el más despiadado spoiler, como hacen todas y cada una de las reseñas con las que me he topado. Aconsejo huir de ellas como de la peste.

A pesar de algunos detalles estrafalarios y un arranque algo irregular, la mitad final de la novela es absolutamente genial, dejando a su término un delicioso regusto a Ciencia Ficción con mayúsculas.

Con todo merecimiento uno de los grandes clásicos de la ciencia ficción más madura y estimulante.




Podéis echarle un ojo on line en aquí.



Más allá de aquel cuadrado, sembrado al azar de estrellas prodigiosas, como si fueran las joyas de un manto imperial,* En inglés «airlock, literalmente 'cerradura de aire' (N. de la t.)
rugía el infinito silencio del espacio. Aquello superaba toda comprensión. Era la más inextricable delas paradojas, pues, aunque parecía de una negrura impenetrable, cada sector relucía con multicoloresestallidos luminosos. Nadie fue capaz de pronunciar una palabra; había que beber esa visión en completo silencio. Yaunque todos sentían deseos de sollozar ante la serenidad del espacio, fue algo enclavado en él loque finalmente atrajo todas las miradas y las retuvo para sí. Era el dulce cuarto creciente de un planeta, tan limpiamente azul como los ojos de un gatito recién nacido. Su tamaño no superaba el deuna hoz sostenida con el brazo alargado; en el centro titilaba un blanco deslumbrante, algún sol parecía estar a punto de asomar tras él. Por fin surgió, ciñendo su terrible corona.
Aun entonces el grupo continuó en silencio, contemplando aquel cuarto creciente que se ibaensanchando, el sol espléndido que se desprendía de él. Era demasiado milagroso como para pronunciar palabra. Estaban mudos, sordos, aturdidos por su magnificencia.Fue Vyann quien habló al fin. –¡Oh, querido Roy! –susurró–. ¡Después de todo hemos llegado a alguna parte! ¡Todavía nosqueda una esperanza, todavía hay alguna esperanza para nosotros!Complain se volvió a mirarla, tratando de forzar su garganta entumecida para pronunciar unarespuesta. Pero no pudo hacerlo. Acababa de descubrir qué era ese algo inmenso que habíadeseado durante toda su vida. No era inmenso en absoluto. Era algo simple, pequeño: ver el rostro de Laur a la luz del sol.

Fuentes:

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